Iosi Havilio y el hiperrealismo : rumiar la biblioteca

lunes, 11 de noviembre de 2013

Iosi Havilio y el hiperrealismo

Iosi Havilio, Paraísos (2012), Barcelona, Caballo de Troya (2013) 


Aquello que la protagonista y narradora de esta historia no se cansa de mostrarnos, pobrecitos lectores impacientes, ávidos de emoción, es que ella sufre de algo parecido a lo que el DSM llama "alexitimia" o incapacidad de sentir, es decir, la abulia abosluta, la rutina del no sé, la neutralidad prístina y boba. Dan ganas de darle una palmadita en el trasero, de tirarle de las orejas, de sacudirla para que despierte. Dan ganas de pellizcarla. Pero la desgana es persistente y Havilio la sobreexpone en la página: el hiperrealismo de su estilo o esas descripciones minuciosas que terminan por exasperarnos, reflejan sin trampas la voz de esta muchacha.

Leo suelta esta novela que continúa una anterior, Opendoor, y por eso no llego a saber si esta incapacidad de sentir, de transmitir, de tomar decisiones es un rasgo de su personalidad o más bien un paréntesis, un estado de shock: su marido ha muerto en un accidente, acaban de desalojarla y tiene que buscarse la vida en la capital. Eso de buscarse la vida es un decir, porque es la vida quien la encuentra a ella, o mejor, la arrastra con su inercia. Sin embargo sobrevive, se acopla a planes descabellados porque nunca sabe qué hacer. No sabe ni quiere saber; por no querer ni siquiera desea: será que el paraíso, además de un árbol, se asemeja al nirvana hindú, el de no desear ni esperar.

A mitad de libro a punto está de ocurrir una desgracia, y por fin la vemos actuar, decidir y hasta sentir miedo, e incluso pensamos que la justicia es implacable y que la castigará por tanta dejadez. Pero la novela es tan realista que enseguida el miedo se disipa y todo vuelve a la normalidad.


Por lo demás nadie dudará en celebrar que el estilo neutro e hiperrealista en descripciones a lo Camus en El extranjero o quizá un poco nouveau roman reitera el sabor de boca: la indecisión, la incapacidad, la banalidad de lo cotidiano. Porque muchas decisiones nos toman a nosotros, aunque nos guste pensar lo contrario.

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