rumiar la biblioteca: febrero 2014

lunes, 24 de febrero de 2014

Selva Almada: el realismo arrasa

Selva Almada, El viento que arrasa, Buenos Aires, Mardulce (2012)
http://www.mardulceeditora.com.ar/ficcion.php?&p=2

Novela que es realismo de corte norteamericano, y es pincelada y comedimiento; novela que nos instala en el punto de inflexión, con el conflicto desplegado, ¿para qué andar perdiendo tiempo con introducciones?, ni perder la paciencia, ni la acción.

Al reverendo Pearson se le rompe el auto en medio de un viaje al que le acompaña su hija. Dan con un taller para repararlo: les llevará todo el día. En esas horas de espera transcurre la novela, en medio de un páramo con aires rulfianos, angustiados por el calor, que todo lo embrutece o lo desfigura, que favorece un repaso de lo hasta entonces acontecido, por obligación al tener que conversar y explicarse; por inercia porque el coche se ha detenido y con él el camino del reverendo y su hija, ¿de dónde venía yo?
El joven que tiene a cargo el mecánico se convertirá poco a poco en protagonista.

Interesante la trama, que sobre todo al principio se estructura con saltos temporales muy estimulantes para el lector. Pero lo que abunda en su prosa y su voz y su estilo es la asepsia: neutralidad, discreción.

"De repente deseó que el Gringo no arreglara nunca el auto y que el hombre y su hija se quedaran con ellos para siempre. ¿Qué iba a ser de él cuando se marcharan? No era un changuito para correr detrás del coche, berreando, como lo había hecho atrás del camión que se llevó a su madre."

Una entrevista con Beatriz Sarlo para Revista Ñ:

http://www.clarin.com/rn/Sarlo-Almada-Dos-generaciones_3_895740435.html

lunes, 17 de febrero de 2014

Alberto Laiseca y el realismo delirante

Alberto Laiseca, Su turno (1976), Buenos Aires, Mansalva (2010)

Se llama a sí mismo "el monstruo" (su blog: http://albertolaiseca.blogspot.com.es/), este personaje tan carismático y simpático como su escritura, un delirio de miles de ojos, un tirar del hilo a fuerza de ocurrencias y excentricidades, como podría decirse de la mitología de todos los tiempos y de todos los lugares, donde los personajes a primera vista aparecidos sin venir a cuento, reaparecen más tarde para cerrar la historia y darle cierta coherencia.
Porque a pesar de que en un primer momento esto parece una broma surrealista y absurda (y en buena parte lo es), por lo visto se llama realismo delirante, según terminología del autor, un método con el que destripar y juguetear con el género negro y el romántico y el de terror, y hasta se podría decir que con absolutamente todos los géneros populares, y no sé yo cómo consigue finalmente dar colofón y aplauso y en cierta medida continuidad a eso que a primera vista se desmadra tanto que parece imposible enderezarlo.

Leemos frases como estas:

"En toda la vida del comisario inspector delirante John Craguin, cuyo pontificado transcurre principalmente en la época de la Ley Seca, tuvieron lugar irrupciones de espacio-tiempo con sucesos de los tiempos venideros que se entremezclaban con los de su presente. Luego las retrograbaciones del futuro desaparecían, pero quedaba la metafísica que indujo. Exactamente como ocurre en la realidad sin que nos demos cuenta."

"No es pecado alguno robar y matar, ambas cosas son ponderables humanamente, como dijo alguien: lo inconcebible es destruir la cerveza: aunque sea la del enemigo."

Por supuesto que el humor es el componente principal de toda esta locura, que comienza con el asesinato de un sindicalista, hecho que da pie a la aparición de dos personajes disparatados: un comisario que utiliza música de Wagner en sus arrestos y un capo de la mafia al que llaman "la nonna", e intercalados muchos desvaríos (como, por ejemplo, un sádico catálogo de métodos de tortura), reflexiones hilarantes sobre el comunismo y el fascismo, sobre la ciencia ficción, sobre Poe y Sartre, etcétera. Y solo es su primera novela.

Una entrevista al monstruo, no se la pierdan:





lunes, 10 de febrero de 2014

Luis Chitarroni, el conversador

Luis Chitarroni, Mil tazas de té, Buenos Aires, La Bestia Equilátera (2008)
http://labestiaequilatera.com.ar/catalogo_item1_1.htm

Deduzco que las mil tazas de té deben de ser las que han acompañado a Chitarroni para amenizar la construcción de esta conversación con la tradición literaria occidental, propia de todo argentino (tal como explica Borges en "El escritor argentino y la tradición", por otro lado, reiterativo interlocutor), y al mismo tiempo un diálogo con el catálogo en el que el libro se inserta y de quien el mismo Chitarroni es hacedor (aconsejo echarle un vistazo).
 
Mil tazas de té, por lo tanto, serán las que necesitemos para comprender en su totalidad este conjunto de cuatro mínimos alephs, de temática múltiple e inabarcable, que se desarrollan a mi modo de ver cual espirales que van ampliándose o desplegándose con ritmo ágil y que podría resumir torpemente así:

1. Cervantes - Borges
2. El exotismo - Aira
3. Cuba - Cabrera Infante
4. Puig - María Martoccia

Si restamos las dos tazas que debe de haberse bebido para escribir la introducción o "Nota de autor" a las mil que reza el título, nos da un total de 247 tazas por apartado. Eso si deducimos que ha necesitado la misma cantidad para cada apartado, porque, por ejemplo, dudo que en Cuba tomara mucho té. Si comienzo por mi parte a tomar té, supongamos, dos veces por día, necesitaré unos quinientos días, es decir, casi año y medio, para alcanzar algo parecido a la iluminación.

(Nota: ¿Alguien le ha preguntado a Chitarroni si le gusta el té, si lo consume a menudo, si acostumbra a variar infusiones, si le agrega azúcar?)

Disculpen la (poca) gracia. Aquí está su explicación:

"El título juega con una frase inglesa de exclusión -it's not my cup of tea- que se covierte, en parte gracias a la cifra, en una ceremonia china de aprobación. 'Mil' no es exagerado, solo infantil. Corresponde a una exaltación y una dicha que no quisiera privarse de contagio."


Digamos que de esta tetera-libro podemos servirnos frases tan intensas como estas:

"Contrariamente a la idea de parodia, en la que alguien se apodera de las maneras de otro, un estilo no puede dominarse."

"La nacionalidad es, finalmente, esa enfermedad que no se contagia pero se contrae y, contraída, nos acompaña siempre."

Y sobre todo esta, a propósito de una afirmación de Baudelaire: "[...] no se puede ser sublime sin interrupción. [...] Y lo que es cierto para el escritor, lo es también para el lector."

Este colofón me viene al pelo para excusar mi ineptitud lectora y para irme rapidito a por un aperitivo de cerveza y aceitunas, que no soy ni china ni rusa ni es hora para infusiones. Aquí os dejo con él:





lunes, 3 de febrero de 2014

La novela deejay

Si imaginamos un destino de la literatura similar al destino de la música, en el sentido en el que hoy aplaudimos y celebramos y adoramos al deejay como si de una estrella de rock o de un concertista virtuoso o de un afamado compositor se tratara, y celebramos su trabajo, es decir, el de poner discos, como arte, o mejor dicho, celebramos su collage y su mixtura y su capacidad de navegar por el tiempo y la tradición, de hacer tremolar el tiempo sobre diferentes bases, y extrapolamos el fenómeno al libro, o mejor, al libro electrónico, y pensamos que el escritor dejará de ser ese juntapalabras o el que busca estilo y construye una escritura, y que su función se habrá desplazado hacia un diseñador-maquetador con talento, con conocimientos de programador, que fabrique collages y corta-pegas y links de navegación por las grandes obras de todos los tiempos y aplaudamos su trabajo, lo celebremos como gran hacedor de los tiempos por venir, y colaboremos para que pueda ganarse la vida con mucha mayor soltura que un escritor, porque tal y como dicen algunos, y no sin razón, con semejante tradición para qué escribir o reescribir, o contestar y dialogar con esa tradición, quizá sea suficiente con manipularla y fragmentarla y servirnos de ella para contar la historia que queramos, para seguir ejecutando el hecho literario.
Por ejemplo, yo podría empezar a montar una autobiografía in progress utilizando un párrafo del cuento "Cajas" de Raymond Carver, incluido en Tres rosas amarillas (1988 - Anagrama, 1997-2007). Huelga decir que un diseñador o un maquetador competente y creativo convertiría esta fotografía en producto bien diferente y sobre todo atractivo y estimulante y reverberante para las nuevas generaciones: