rumiar la biblioteca: marzo 2014

lunes, 24 de marzo de 2014

Alejandra Pizarnik y Roland Barthes

Roland Barthes, El placer del texto (1973),
trad. de José Miguel Marinas,
Madrid, Siglo XXI (2007)
"Con el escritor de gozo (y su lector) comienza el texto insostenible, el texto imposible. Este texto está fuera del placer, fuera de la crítica, salvo que sea alcanzado por otro texto de gozo: no se puede hablar 'del' texto, solo se puede hablar 'en' él, a su manera, entrar en un plagio desenfrenado, afirmar histéricamente el vacío de gozo (y no repetir obsesivamente la letra del placer)."
 
Roland Barthes








Alejandra Pizarnik,
Poesía completa, Barcelona,
Lumen (2000)


el centro
de un poema
                       es otro poema
el centro del centro
                       es la ausencia

en el centro de la ausencia
mi sombra es el centro
del centro del poema

Alejandra Pizarnik

lunes, 17 de marzo de 2014

Jeffrey Eugenides o el amor cultural

Jeffrey Eugenides, La trama nupcial (2011), traducción de Jesús Zulaika, Barcelona, Anagrama (2013)
http://www.anagrama-ed.es/titulo/PN_828

¿Cómo elaborar una trama nupcial en la actualidad?, se pregunta esta novela, ¿cómo hacerlo cuando ha dejado ya de plantear conflictos?

"Las grandes epopeyas cantaban la guerra; la novela, el matrimonio. La igualdad sexual, buena para las mujeres, había sido mala para la novela. Y el divorcio la había desbaratado por completo. ¿Qué importaba con quién se casaba Emma si luego podía presentar una demanda de divorcio? ¿Cómo se habría visto afectado el matrimonio de Isabel Archer con Gilbert Osmond si hubiera existido un acuerdo prenupcial? En opinión de Saunders, el matrimonio ya no significaba gran cosa, y la novela tampoco. ¿Dónde podía uno encontrar hoy día una trama nupcial? En ninguna parte. Tendría que recurrir a la narrativa del pasado. Tendría que leer novelas no occidentales sobre sociedades tradicionales. Novelas afganas, novelas indias. En lo que se refiere a la literatura, tendría que retroceder en el tiempo."

¿Quizá proponiendo una alternativa de final o narrándonos las elucubraciones del varón? ¿Quizá aprovechándose e ironizando o parodiando las novelas romántico-eróticas y comerciales y vendidas en todos los aeropuertos y leídas por muchísimas mujeres? ¿O apelando a los estudios literarios y deconstructivos de la trama nupcial y del amor como discurso amoroso, como construcción cultural?

Para qué volver a contar la historia de lo rancio del amor, de lo tópico y naif. ¿Se trata de un homenaje a la novela decimonónica? ¿O más bien alude al hecho antropológico del asunto, a que la cultura sigue celebrando y afirmando el amor a pesar de todo?

¿Dónde está el conflicto en esta novela?

"Si utilizabas la cabeza, si llegabas a ser consciente de cómo el amor ha sido construido culturalmente y empiezas a ver sus síntomas como puramente mentales, si reconoces que estar 'enamorado' es solo una idea, entonces quizá puedas liberarte de la tiranía del amor. Madeleine sabía todo esto. El problema era que no funcionaba. Podía leer las deconstrucciones del amor de Barthes durante todo el día sin que su amor por Leonard disminuyera lo más mínimo. Cuanto más leía El discurso amoroso, más enamorada se sentía."




lunes, 10 de marzo de 2014

Pola Oloixarac o narrar teorías

Pola Oloixarac, Las teorías salvajes (2008), Barcelona, Alpha Decay (2010)
http://www.alphadecay.org/libro/las-teorias-salvajes

¿Narrar teorías?, me pregunto ante este texto ecléctico y a primera vista caótico y abundante en sentencias y referencias antropológicas y filosóficas y teóricas y bibliográficas, donde la narración apenas si ocupa lugar, la narración a secas, la narracioncita, diría Oloixarac, o quizá este narrador que se sirve con demasiada frecuencia del diminutivo, que parece mirarlo todo con una lupa a la inversa.

Narrar teorías y narrar la historia, o al menos una visión crítica de la historia argentina y de la intelligentsia argentina, la que participó en la revolución.

Pero sobre todo narrar y escenificar una original teoría de la presa como justificación y desarrollo de la violencia, aplicable al miedo, la política y la seducción:

"La teoría de las Transmisiones Yoicas podía organizarse en torno a un 'trauma infantil' de la especie, una experiencia primordial reprimida: las persecuciones sufridas por los primeros homínidos pervivían grabadas en un fondo latente de la especie; estas viviencias habían influido en la evolución del cerebro y, con ello, en la organización de la cultura como celebración del pasaje de presa a predador (para Fischer, la existencia del miedo como fenómeno mental organizaba la evolución física del cerebro); este trauma primordial que no nacía de ser asesinos, como venía de escribir Freud en Tótem y tabú, sino presas explicaba la fascinación humana por convertirse en predadores, el instinto de la guerra, el talento para la violencia."





lunes, 3 de marzo de 2014

La camarera de Artaud: bonus track


A punto de viajar a la Villa del Libro tres años después de la publicación de La camarera de Artaud, despliego mis apuntes y retazos sueltos y desaprovechados, los hilos cortados de la narración, el cajón de recuerdos de cuando mi primera novela andaba en gestación, y doy con uno de ellos que reproduzco más abajo a modo de bonus track. 

Y también pienso en esa lectura que todavía anhelo, en ese lector que también soy yo y que la impaciencia del rumiar me ha arrebatado: La camarera de Artaud es sobre todas las cosas una biografía de Artaud encubierta, o para ser más precisa, una especie de introyección o identificación de la protagonista con ciertos aspectos de la biografía de Artaud. 

Bonus track o hilo deshilachado

Y cuando creía que estaba a punto de llegar, oí las voces gruesas de esos muchachos y deduje que había caminado en círculos. Me tumbé en el suelo y me camuflé con la vegetación. Con ellos estaba el granjero que más tarde reconocería como amigo de Philippe. Llevaba una linterna de mano y alumbraba al suelo y poco después vi que el de la escopeta y Benoît desenterraban una caja de madera y se pasaban unos a otros ciertos objetos que no alcancé a distinguir. Era evidente que andaban en cosas raras. La curiosidad era tan grande que en cuanto vi que se marchaban adentrándose en el bosque, los seguí a un par de metros de distancia. Media hora de camino nos separaba de la pequeña granja del hombre de la barriga. Entraron en un cobertizo que estaba junto a la casa sin encender la luz. Aquello me permitió acercarme hasta una de las ventanas y espiar lo que estaban haciendo. Se habían sentado en ronda y el del pañuelo sostenía una vela. Estaban mirando unos papeles impresos que no pude llegar a leer. El de la escopeta, que se la había quitado de la espalda y la había apoyado en una silla desvencijada, estaba eufórico y felicitó al señor de la barriga. Éste se puso de pie y apartó unas cuantas cajas con huevos, otras de cartón que parecían vacías porque las levantó con una sola mano, algunos trapos sucios y, por fin, descubrió la máquina en cuestión. Enseguida comenzó a explicarles el funcionamiento de aquella pequeña imprenta clandestina, a juzgar por sus grandilocuentes movimientos de manos y la extrema atención de los demás. Benoît fue el primero en probarla. Los otros seguían pasándose la cantimplora de vino rancio porque aquello había que festejarlo. La máquina hacía un ruido tremendo, pero no parecía importarles. En cuanto el del pañuelo comenzó a leer, sentí una nariz húmeda primero y al instante una lengua áspera en mi rodilla. Perrito, perrito, dije susurrando, y le acaricié la cabeza. Movía la cola y me empujaba con el hocico invitándome a jugar. Cogí una rama seca y la lancé lejos para que el perro fuera a buscarla y aproveché que se alejaba para salir corriendo a toda velocidad.