Noelia Pena o inventar una lengua que falta : rumiar la biblioteca

lunes, 1 de junio de 2015

Noelia Pena o inventar una lengua que falta

Noelia Pena, El agua que falta, Barcelona, Caballo de Troya (2014)
http://www.megustaleer.com/libros/el-agua-que-falta/CT51440

Adéntrese, si se atreve, en este poético y heterodoxo diccionario de aquello que falta: 

"¿Y si no se trata de lanzarnos al río, sino de inventarnos el agua que falta?"

Pensar el límite de lo impensable, o mejor, desaprender a pensar como pensamos es quizá el leitmotiv de esta nietzcheana bitácora-diccionario, donde se interroga por los mecanismos habitualmente transitados, por el miedo a salirse del agua conocida, por el derecho a hablar y, con ello, a romper el silencio, por los mecanismos de censura y autocensura y, sobre todo, por el espacio para hacerlo:


"¿Qué seríamos capaces de pensar sin miedo?"
 ***

Pregunté a Noelia:
¿En qué medida te planteaste la estructura como glosario/diccionario/vocabulario de antemano? ¿Cómo nació la idea del libro?


Ella escribió:
Algunos de los textos que forman parte de El agua que falta los publiqué primero en la red. Eso me permitió conocer y hablar directamente con algunos lectores. Un día alguien me preguntó: ¿no has pensado en escribir un libro? Mi pensamiento inmediato fue “si yo no escribo novelas…”. Pero poco a poco la idea fue ganando fuerza. Pensé El agua que falta como el libro de alguien que no escribe novelas ni tratados, pero que escribe algo. Las primeras preguntas que me sirvieron de arranque eran bastante generales: ¿De qué materiales está hecha una vida? ¿Cuántas vidas vivimos a lo largo de un día? Pensaba en seguir el trazo de algunas de las líneas que sentía que me atravesaban a diario, en el tiempo de trabajo y descanso; el tiempo de lectura y estudio.



Varios lectores se han referido al libro como “diccionario” o “glosario”. En los pequeños fragmentos que inician “Anotaciones para el vuelo de un pájaro”, por ejemplo, hay una tensión explícita con las entradas de un diccionario, pero no fue exactamente esa la idea que marcó la escritura del libro. Al menos no inicialmente, pues algunos textos provienen de contextos previos y están bastante alejados en el tiempo. Pero el resultado tiene cierto parecido a glosario, sí. Es uno de los planos o las consecuencias de querer tomar la palabra. Tienes que medirte con las palabras de las que dispones, saber cuáles son, cuáles son necesarias y qué significan. En el texto "Diccionario" me refiero a que no sabemos cuáles son las palabras que necesitamos pero sabemos que no las encontraremos con el significado que tendrán para nosotros en ningún diccionario. La escritura de este libro parte de las palabras y de los significados que me constituyen. Este significado se establece a través del diálogo con el vocabulario filosófico de autores que me han ayudado y siguen ayudando a pensar (Deleuze, Santiago López Petit, Foucault o Jacques Rancière) y con algunas de las que han sido lecturas importantes.  La escritura de El agua que falta está marcada por el cruce entre literatura y filosofía. Creo que solo si filtramos lo que leemos (y estudiamos) con nuestra experiencia las palabras y los conceptos adquieren sentido y pueden pasar a formar parte de nuestro conocimiento. Y tomar la palabra (de eso se trata) solo se puede hacer desde un contexto, desde una experiencia, la propia. Marina Garcés lo expresa como “poner el cuerpo en nuestras palabras”.
 
"Comenzar a hablar es inventar una lengua que falta."

Una amiga me dijo desde el principio que era un “cuaderno de batalla”. Un libro no será exactamente un cuaderno, pero me gusta por varios motivos. Primero porque en un cuaderno se recogen materiales diversos y es algo que puede tener y escribir cualquiera. Pero también por la expresión batalla. No me gustan demasiado las metáforas bélicas pero nuestros cuerpos libran diariamente una batalla (todas esas dificultades que cruzan nuestra vida: precariedad, frustración, miedo) que tiene un correlato en el lenguaje (los significados parecen neutralizados por la publicidad y cada vez es más difícil decir algo sin que parezca un cliché o un anuncio).  


Escuchemos un fragmento:





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