rumiar la biblioteca: abril 2017

lunes, 24 de abril de 2017

Alberto Laiseca, el monstruo iluminado

Alberto Laiseca, La hija de Kheops, Barcelona, Tusquets (2006)
https://www.planetadelibros.com/libro-la-hija-de-kheops/88693

Creo en la iluminación, no en la inspiración.
El faraón tiene un sueño y el astrólogo lo interpreta: debe construir la pirámide pero no estará enterrado allí sino en el vértice de la sombra que dará la pirámide a cierta hora del día. El arquitecto, Tofis, es un loco obsesionado con los mosquitos a quien el astrólogo Cetes protege a toda costa, porque es el único que aún conoce la tradición.
De modo que mientras se va construyendo la pirámide, la novela nos presenta un imaginario fresco de aquella sociedad: la Casa de los Locos, la biblioteca secreta del mago, el ejército y su organización, los esclavos, los pescadores y campesinos, los matrimonios, las casas de prostitución y todo tipo de costumbres sexuales, etcétera, todo engarzado con una prosa irónica, creativa, directa, de delirio contenido y de cuento tradicional del tipo Las mil y una noches
Una novela sorprendentemente narrativa (teniendo en cuenta que es Laiseca) y encantada. Una novela divertidísima, pues el humor atraviesa toda la escritura. ¡Y qué humor! Un humor que trabaja por acumulación.

"¿Por qué lo amos no serán más claros? Cuánto más fácil sería la vida si cada tanto a ellos no se les ocurriesen excentricidades ininteligibles. Es más sencillo aprender a leer que captar los deseos de un amo."


lunes, 17 de abril de 2017

Rosa Chacel o escribir por encima y como en broma

Rosa Chacel, Memorias de Leticia Valle (1945), prólogo de Andrea Jeftanovic, Barcelona, Comba (2017)
https://www.editorialcomba.com/catalogo/libros/narrativa/memorias-leticia-valle/

Digámoslo sin rodeos: esta novela es excelente. Es linda, sencilla, se lee con absoluta naturalidad de una sentada. Raro que no se hable más de Rosa Chacel. De hecho, la primera vez que presté atención al nombre de Rosa Chacel fue por Mario Levrero, en La novela luminosa: "Hace un tiempo le había hecho conocer a Rosa Chacel, a quien descubrí por casualidad en una liquidación de libros usados. Memorias de Leticia Valle me pareció una novela extraordinaria, y la hice circular entre todas mis amigas brujas, porque no me quedó la menor duda de que doña Rosa era una auténtica bruja, en el buen sentido de la palabra". A mí también me toca empezar con esta novela, hermana de Las primas de Aurora Venturini o Memoria por correspondencia de Emma Reyes, y con esto quiero decir que quien haya disfrutado de una disfrutará de las otras, porque comparten la intimidad, la travesía hacia la adolescencia, lo eludido, el sentido del humor entre naif e irónico y el desparpajo. 
"Claro que se lo conté del modo especial que yo le contaba las cosas, muy por encima y como en broma, recalcando bien el aspecto cómico que pudiera tener el susto que me había llevado."
Tal vez Rosa Chacel se centre un poco más en las percepciones que acompañan el ir abandonando "esa enfermedad" de la infancia. Las analiza con un tono directo, confidente, que discurre sin torpeza, sin cambios bruscos, de manera sorprendentemente natural. Las escenas se suceden una tras otras como si navegáramos en una barca por un río apacible. Y uno se pregunta cómo consigue atrapar al lector, porque lo que narra no tiene nada de extraordinario, se parece demasiado a nosotros mismos.
"Solo que yo sabía que lo que me embrutecía no era la falta de libros, no era que antes estudiase y ahora no hiciese nada, sino precisamente que ahora el no hacer nada lo hacía de otro modo. Antes ponía más atención en ese no hacer nada que en cualquier otra cosa. Para levantarme de la cama había una lucha que duraba media mañana todos los días; para arrancarme del balcón o del patio, o del rincón donde me metía a jugar, para hacerme acostar a una hora razonable, la misma historia. Porque precisamente cuando no hacía nada me ponía furiosa que me interrumpiesen, que me hiciesen cambiar de postura inesperadamente. En cambio, desde que caí en el pueblo, todo me dio igual: me levantaba sin llamarme nadie y en cuanto oscurecía ya estaba deseando irme a la cama."
Así nos lo cuenta la protagonista, una niña huérfana de madre que vive con su padre, un general que acaba de volver de la guerra de Marruecos, y su tía. Al poco de comenzar la novela dejan Valladolid y se trasladan a Simancas, un pueblecito. El cambio de ambiente provoca cambios en ella. Pocas cosas le interesan. Enseguida Leticia conoce a Luisa y su marido, Daniel, con quienes pasa la mayor parte del día: Luisa, una mujer diferente a quien admira, le enseña música, y Daniel hace de profesor, porque Leticia no va a la escuela, no le gustan los niños de su edad, su aburre horriblemente con ellos. 

*

Cada persona tiene un secreto, viene a decirnos el libro. Allí se cuentan cosas, pero se callan otras muchas. De hecho, el asunto del que trata la novela apenas se insinúa. Comprendemos, porque se trata de la vida y todos más o menos la comprendemos, y si no comprendemos al menos nos damos cuenta de que ahí hay un misterio. 



lunes, 10 de abril de 2017

Rodrigo Fresán y la máquina para soñar (diario de lectura) 2

Rodrigo Fresán, La parte soñada, Barcelona, Literatura Random House (2017)
http://www.megustaleer.com/libro/la-parte-sonada/ES0144883

Y seguimos. La tercera parte, la del insomnio y la más larga de las tres, lleva por título:

Esta noche (Manual de últimos auxilios para soñadores despiertos)

Fresán nos lleva de nuevo a las definiciones: el pasado, el insomnio, la muerte, las camas, el fin del mundo, la relectura, lo que significa escribir y cómo dejarlo, la educación de un escritor, es decir, sus lecturas y sueños y fantasías, la relajación, la hipnosis, remedios y trucos para dormir, Vila-Matas, Saul Bellow, Iris Murdoch, el escritor IKEA, su propio doble y las novelas dobles de sus propias novelas, etcétera. 
Largo el etcétera. 
Las enumeraciones y digresiones fluyen con una "voz rara, además. Una voz que aun en tercera persona del singular sonaba tanto a una primera persona. Una voz, pensaba él, como llegando desde afuera, desde lo alto, pero tan asimilada como la voz de los padres leyéndoles a sus hijos en la cama para que se duerman".  
Pero acá encontré lo que buscaba. Acá encontré la respuesta a esa pregunta que me hacía al principio: ¿cómo lo hace? ¿Por qué no lo dejamos ahí tan lindo ese lomo en la biblioteca? Fresán es un encantador, aquello que Vladímir Nabókov llamaba shamanstvo (de chamán, claro). Como un encantador de serpientes: las serpientes somos sus lectores y la prosa es la música que se activa y nos hace salir de ahí de donde salen las serpientes a mirar qué es eso que hay por encima. Por encima hay insomnio. Dicen que cuando tenemos insomnio es porque aparecemos despiertos en el sueño de alguien. 
"De ser eso cierto, el insomnio recurrente sería consecuencia de estar muy presente en los pensamientos de los demás (¿de Ella?)."
Menos mal que no sueñan demasiado conmigo.
Menos mal también que el insomnio está plagado de admiración a Nabókov y sobre todo a Cosas transparentes. Hago una pausa y leo en una tarde Cosas transparentes. Trata de un corrector de pruebas que sufre de insomnio y una noche mata a su mujer. Trago saliva y regreso a La parte soñada. Hay una trama que implica a un espía que va siguiendo a Nabókov y su mujer Vera hasta Suiza. ¿Viene a cuento? Vaya uno a saber.
Aparece también la trama narrativa que llamaremos "familiar": El Niño, que es hermano de Penélope, y el Tío Hey Walrus, adorador de The Beatles y Kurt Vonnegut. Aparece la historia de El Niño: quiere convertirse en escritor ("[...] ¿acaso habrá algo más básica e intrínsecamente infantil que la idea de trabajar para hacer reales cosas que no lo son?"). Enseguida nos damos cuenta de que hemos retomado la historia primera, es decir, la del escritor a quien han extraído sus sueños en Onirium. Ahora está hablando de su pasado porque el pasado es el huésped del insomnio. El insomnio es lo contrario del sueño, pues. En el insomnio el pasado se va extendiendo como un imperio que va conquistando territorio. Va ocupando países a medida que pasan los años. Además, el escritor ya ha dejado de escribir. También nos percatamos (o necesitamos buscar la trama y la encajamos) de que el excritor ha viajado a Suiza por un encargo: debe escribir un artículo sobre el acelerador de partículas CERN. 
Bueno. Algo más o menos así. 

Entonces la terminé. ¿Qué me pareció? Una novela acelerada y recién expandida a la velocidad de la luz. Una novela big bang. Una novela inimitable. Una novela futura con poca narrativa y mucha información y jugosas digresiones ensayísticas. Una novela para escritores, pero sobre todo para lectores que escriben. Y para lectores que leen aunque no sea fin de semana.  

"Con los autores favoritos pasaba lo mismo que con las novias: en un principio, uno los quería idénticos a uno, uno quería escribir como ellos; después se iba entendiendo, acaso cuando ya era demasiado tarde, que lo que a uno más y mejor le hacía era no un opuesto pero sí un complementario (y así, en ocasiones, uno hasta se acababa casando y viviendo felizmente como lector con libros que uno detestaba y solo soñaba con abandonar o asesinar o al menos serles infiel hasta que la muerte nos separe como escritor). Alguien que no fuese un implacable espejo de los propios defectos sino un contenedor de virtudes extrañas que podían salvarte la vida, alejarte de las taras y de vicios y tics, completarte. De igual manera, cuando eres joven te seducen aquellos libros de otros que, al leerlos, piensas que alguna vez podrás llegar a escribir. Cuando ya no eres joven, en cambio, te enamoras de esos libros de otros que comprendes que jamás podrás escribir. Un amor no correspondido pero, aun así, un amor amable."


Aquí la primera parte:
Rodrigo Fresán y la máquina para soñar (diario de lectura) 1

lunes, 3 de abril de 2017

Rodrigo Fresán y la máquina para soñar (diario de lectura) 1

Rodrigo Fresán, La parte soñada, Barcelona, Literatura Random House (2017)
http://www.megustaleer.com/libro/la-parte-sonada/ES0144883

¿Qué se hace con un libro de Rodrigo Fresán en las manos aparte de empezar a ponerse inquieto y algo nervioso y también, por qué no decirlo, bastante ansioso? Uno se pregunta: ¿podré con él, con casi seiscientas páginas de prosa fresaniana por delante? Lo primero que hay que decir es que La parte soñada se sostiene por el estilo. Un estilo primaveral como si acabara de producirse el big bang, un estilo entrópico de "estructuras líquidas", referencias eruditas y pop, chistes y juegos de palabras. La escritura Fresán es sobre todo estilo, ya lo saben.
Bueno.
Vamos a intentarlo.
La ¿novela?, se divide en tres partes: el sueño, la duermevela y el insomnio, según se refirió a ellas el propio autor. 

La primera parte lleva por título:

Esa noche (Notas al pie para una enciclopedia de caminantes dormidos)

Siento temor y eso me divierte: no voy a entender nada. Esto es pura digresión cuyo único motor de avance es el tema: lo onírico. Más ensayístico que narrativo. Entramado de citas. Carácter enciclopédico. Varias tipologías. Variaciones de escenas como sueños recurrentes. Notas al pie insertadas en el cuerpo del texto "como plantas que lo enredan y lo envuelven".
Poco a poco va naciendo una historia: un escritor que ha dejado de escribir, un amor imposible (Ella), una canción y el poder de NO cumplir los sueños: es decir, si sueña algo, seguro que eso no va a pasar. Este escritor (o excritor) se interna en un lugar llamado Onirium donde procederán a extraerle los sueños. (Uno enseguida piensa en Philip K. Dick, aunque también hay referencias explícitas a Nabókov.) Pero el excritor sabe perfectamente que el único sueño es Ella. Para peor Ella también es la que está a punto de extraerle los sueños y, una vez que le hayan extirpado los sueños, desaparecerán. Ella desaparecerá.
"Porque los artistas que no son otra cosa que soñadores vocacionales están acostumbrados a que estas cosas, a que estas supuestas casualidades, existan. Y que sean como las sogas que mantienen bien atadas a la falta de ocurrencia y de ocurrencias del día a día. Su don es saber verlas y detectarlas y buscarlas y encontrarlas y hasta domesticarlas; mientras que el resto de las personas se limitan a experimentarlas de tanto en tanto y ser acariciadas ocasionalmente por el viento de la maravilla. / Así que la vio y la amó porque ya la amaba."
Resulta muy divertido leerlo, aunque todavía no comprendo por qué, o mejor, no sé cómo lo consigue. Es adictivo como la velocidad. Es adictivo como escuchar música. Transmite, además, algo del élan del rock argentino: la frescura de la juventud, algo que ha desaparecido. El anhelo del enamorado, del amor imposible, el amor adolescente.
Sospecho que la segunda parte versará sobre los sueños que se le han extirpado al protagonista (si podemos llamarlo así). Entendámoslo así. Da igual cómo lo entendamos. Nosotros leemos lo que queremos.

La segunda parte lleva por título:

Aquella noche (Catálogo irracional para una exposición)

Llegados a este punto, nos damos cuenta de que el título de cada parte (en este caso, notablemente más larga que la primera) en realidad no ayuda sino que oscurece. Fresán oscurece, pero lo sorprendente es que la cantidad de referencias internas y chistes íntimos se aceptan aunque no se entiendan. (Hay muchos guiños a otras obras suyas que no he leído, tipo Mantra, tal vez por eso me pierdo.) Fresán oscurece y enrarece, pero queremos entender. Por eso seguimos. Aunque seguimos sin entender.
Esta segunda parte se divide en tres y es claramente un homenaje a Cumbres borrascosas. Enseguida me alegro de haberla leído recientemente. La tengo fresca. La primera de estas tres subhistorias (¿tal vez un primer sueño extirpado?) comienza con un tono elegíaco, poético, onírico o algo así, cuya protagonista es Stella d'Or. ¿Quién es Stella d'Or? ¿La voz del sueño, de la noche, de la oscuridad? ¿Los "orígenes míticos de la noche"? Tal vez.
En algún momento se habla de que escribir es como entrar en una casa y de que cada texto es como una habitación de esa casa. Pensemos que hemos entrada en la casa de los sueños. Pensemos que hemos entrado en la máquina para soñar. Pensemos que después de la habitación de Stella d'Or hemos dado con un pasillo y una segunda historia: la de las hermanas Tulpa. Estas hermanas viven en la Luna y son claramente el trasunto lunático de las hermanas Brontë. Una de ellas ha escrito una historia y se las lee a las demás. Hay aquí un juego de historia dentro de la historia (sueño dentro del sueño). Esta historia trata sobre un hombre que viaja a la Tierra, es decir, el espejo invertido de Neil Armstrong y del primer viaje a la Luna.
Enseguida entramos a la tercera subhistoria: la de Penélope. Es la más larga de las tres. Evidentemente ese pasillo ha desembocado en la sala de estar o hemos subido una escalera para llegar al ático que ocupa toda la superficie de la planta de la casa. Poco a poco descubrimos que Penélope es escritora. Ha escrito la historia de Stella d'Or y también la de las tres hermanas Tulpa. Penélope está loca y es una apasionada de Cumbres borrascosas. Hay un exhaustivo análisis de Cumbres borrascosas: argumento pormenorizado, variaciones cinematográficas, análisis de personajes, biografía de las hermanas Brontë, etcétera. Aquí notamos que Fresán no le tiene miedo al cambio de registro, al ensayo, al enciclopedismo. Vuelvo a agradecer haber leído Cumbres borrascosas recientemente. Enseguida se nos informa de que Penélope ha decidido escribir variaciones de Cumbres borrascosas. También se nos deja saber que ha perdido a su hijo en una playa. Y que sus padres se parecen demasiado a Catherine y Heathcliff. Fin de la segunda parte. 
"El lector es un ladrón de tulpas. Alguien que aprovecha y se aprovecha de cuerpos construidos por otros y los incorpora a esa otra vida dentro de la vida que es la que transcurre en los libros. Dejar a otro que primero haga el trabajo duro y sucio y así el lector llegando al final, con la mesa puesta y los comensales dispuestos. Y solo teniendo que sentarse junto a ellos y mirarlos fijo (leer es la forma más fija de la mirada aunque las pupilas no dejen de moverse y contraerse y expandirse según la situación) y hacerles modificaciones muy personales, para volverlos únicos e intransferibles."
Allá vamos con la tercera. Allá vamos con el insomnio. En el siguiente post.

Aquí la segunda parte:
Rodrigo Fresán y la máquina para soñar (diario de lectura) 2