rumiar la biblioteca: mayo 2017

lunes, 29 de mayo de 2017

Marguerite Duras: el tiempo impasible

Marguerite Duras, La vida tranquila (1944), traducción de Alejandra Pizarnik, Buenos Aires, Mardulce (2017)
http://www.mardulceeditora.com.ar/ficcion.php

[Publicado en Revista de Letras, 24/05/2017]

Si se dice que la segunda novela de todo escritor tiende a ser una novela fallida, he aquí la excepción que confirma la regla, pues La vida tranquila es una bellísima segunda novela de Marguerite Duras (1914-1996), publicada originalmente en 1944 y ahora reeditada por Mardulce en traducción de Alejandra Pizarnik. “Escribe, no hagas nada más”, le aconsejó Raymond Queneau después de leerla. Más influenciada por las lecturas de Faulkner y Hemingway que por el nouveau roman y el relato autobiográfico con que construiría sus escritos posteriores, La vida tranquila está narrada en primera persona, la voz de una joven que sabe que ha dejado la infancia cuando se da cuenta de que ha perdido la capacidad de olvidar.
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lunes, 22 de mayo de 2017

Zygmunt Bauman y Gaston Bachelard: cómo nadar y guardar la ropa

Zygmund Bauman, Vida líquida (2005),
traducción de Albino Santos Mosquera,
Barcelona, Paidós (2006)
Me arrimo al agua. No como Narciso, o no del todo, sino para entender la modernidad líquida, concepto instaurado por Zygmunt Bauman hace una década. ¿Por qué se refiere a la modernidad como líquida? En un principio, por contraposición a la modernidad sólida. Seguidamente, para definirla a la manera del río de Heráclito: el agua en movimiento, la corriente siempre cambiante, la falta de estructuras sólidas, de valores permanentes: "La modernidad líquida es 'líquida' en tanto en cuanto también es posjerárquica". 
En Vida líquida Bauman se refiere a todos esos fenómenos de la vida posmoderna y mercantilista (la que habitamos) que ya conocemos de sobra: la falta de estabilidad y la precariedad, los cambios constantes de identidad, la necesidad de formación durante toda la vida, la liviandad en las relaciones interpersonales, la falta de orientación y dirección de la vida en general, es decir, la incapacidad de determinar un futuro. La incertidumbre absoluta.

No sabemos por qué Bauman en lugar de elegir el agua no se decantó por el aire: "Todo lo sólido se desvanece en el aire", decía El manifiesto comunista. (Nota: esto nos invita a pensar que, tal y como dicta la lógica, la modernidad que sigue será gaseosa.) Tampoco sabemos por qué no meditó sobre otras propiedades del agua, a saber: la pureza, la sonoridad del agua y su relación con el lenguaje, con la sintaxis, la sexualización del agua como elemento femenino (néyades), la fecundidad del agua como origen de la vida, el alimento primordial, el narcisismo o el agua como reflejo, la quietud de las aguas oscuras, la sangre como vida, la sangre como muerte. Esta enumeración viene de Bachelard. 
Gaston Bachelard, El agua y los sueños (1942),
traducción de Ida Vitale, México,
Fondo de Cultura Económica (2005)

Gaston Bachelard elaboró una poética de la ensoñación. La ensoñación se diferencia del sueño y del arquetipo porque en ella participa la conciencia: elabora imágenes de las que se sirve la mentalidad poética, la constructora de paradigmas. 
Diremos que el poeta Bauman tomó del agua las connotaciones de Heráclito (fluidez, cambio constante) y también otras que podríamos denominar de "nadador": el hombre enfrentado a los elementos. 
Diremos que la modernidad líquida tiene como héroe al nadador. Aunque Bauman se cuida bien de decirnos que la modernidad no sabe lo que es un héroe, pues el mercado no entiende de héroes. 
El nadador es la celebrity. Ha sido capaz de hacerse ver entre las aguas, aunque tan solo durante ese minuto de fama. Después, que se lo lleve el río. Como nos lleva a todos. "Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar", decía Manrique.

Pero Bauman no analiza la modernidad líquida utilizando todas las imágenes pertenecientes a la modernidad sólida. Se sirve de lo que le sirve, como todo poeta. No aprovecha todos los arquetipos del agua del incosciente colectivo (cosa pasada de moda, es decir, inservible), los constructos de la cultura (una de las víctimas de la mercantilización, pues cultura significa tradición, sedimentación, necesidad de lentitud, de comprensión y compenetración, necesidad de tiempo, es decir, todo lo contrario del usar y tirar, de la obsolecencia, de la velocidad inconsistente y generadora de residuos de la mercantilización). Más bien nos aconseja que para sobrevivir, nadadores de hoy, debemos ser capaces de dejar de enfrentarnos a ello y deshidratarnos en lo fluido, olvidarse de nadar, quitarnos la ropa y convetirnos en agua, confundirnos con la mentalidad del torrente y dejarnos arrastrar, compenetrarnos absolutamente con el elemento. Después de todo, somos agua, y como dice Bachelard, "el ser consagrado al agua es un ser en el vértigo".

 

lunes, 15 de mayo de 2017

Lydia Davis: precisión y verdad

Lydia Davis, Cuentos completos (2009), traducción de Justo Navarro, Barcelona, Seix Barral (2011)
https://www.planetadelibros.com/libro-cuentos-completos/49564

"No se le puede decir siempre la verdad a todo el mundo y, por supuesto, a nadie se le puede decir toda la verdad, nunca, porque llevaría mucho tiempo." ("Nuestro viaje")
Una maestra de la precisión y la verdad, del análisis pormenorizado pero utilizando el mínimo de recursos, una prosa poética y analítica y humorística y absolutamente verdadera, sobre todo: en los cuentos sobre parejas, los metaliterarios, los reflexivos, un poco menos los de juegos de palabras (aunque aquí despliega toda su inteligencia). Ella escribe con sencillez, como si se lo explicara a un niño pero para que lo entienda en toda su complejidad, con todos los matices. 

¿Cómo se hace eso? Con un estilo de mínimos recursos, es decir, aprovechando todas las posibilidades semánticas de una sola palabra o de una sola idea. Aplicando diferentes puntos de vista a una sola cosa, acción o reflexión. Focalizando hasta lo absurdo:
"Yo estaba cansada de pensar demasiado, que era a lo que más me dedicaba en aquellos días. Hacía otras cosas, pero seguía pensando mientras las hacía. Algo sentía, pero al mismo tiempo seguía pensando en lo que estaba sintiendo. Incluso tenía que pensar en lo que estaba pensando y preguntarme por qué lo estaba pensando. Cuando se me ocurrió la idea de casarme con un cowboy, imaginé que quizá un cowboy pudiera ayudarme a dejar de pensar tanto." ("La profesora de universidad")

Es fácil entrar en el pensamiento Lydia Davis, en su estilo sin adornos, su humor irónico y sutil, en el estado poético-reflexivo (emoción y verdad) que provoca su lectura.
 "[...] por fin, a mitad del camino de la vida, ya eres lo bastante inteligente para advertir que todo equivale a nada; nada significa nada, incluido el éxito. Pero ¿cómo va a aprender una persona a verse a sí misma como si fuera nada cuando, antes, le ha costado lo indecible aprender a verse a sí misma como si fuera algo? Es algo muy complicado. Dedicas la mitad de tu vida a aprender que, a pesar de todo, eres algo, y ahora debes dedicarle la otra mitad a aprender a verte como si fueras nada." ("Propósito de Año Nuevo")
Sus cuentos son auténticos poemas en prosa o máximas minimales o refranes filosóficos de lo cotidiano o autoayuda de tono irónico-naif y tan filosa como un corte de papel en la yema de los dedos: te ríes, cierto, no le das importancia porque parece poca cosa, pero tampoco puedes olvidarlo porque molesta todo el tiempo.
"Lo que ahora ha cambiado es que tengo esta idea: tengo la idea de que muy pronto dejaré de creer que mis sentimientos son el centro de todo. Esto me produce un gran consuelo, porque si has perdido la esperanza de poder aguantar, pero al mismo tiempo te dices que quizá tu desesperación no tenga mucha importancia, entonces dejas de desesperarte o sigues desesperada pero al mismo tiempo empiezas a ver que también tu desesperación podría convertirse en algo marginal, una más entre tantas cosas." ("Lo que siento")


lunes, 8 de mayo de 2017

Alan Pauls y Stanislav Lem: el desamor es un cuento de fantasmas

Stanislav Lem, Solaris (1961),
traducción de Matilde Horne y
Francisco Abelenda, Barcelona,
Círculo de Lectores (2003)
Solaris y El pasado: Dos novelas que son cuentos de fantasmas. Dos novelas que hablan del pasado, de un amor terminado como aparición. 

*

Sabemos de sobra que Solaris es un planeta compuesto por un mar gigantesco de inteligencia superior. No hay allí individuos, sino un gran organismo de agua viva que ha tomado por objeto de experimentos a los humanos que están ahí para explorarlo. Lo que sucede es que esa inteligencia superior analiza la memoria de las personas y construye clones con sus recuerdos. Al protagonista le toca encontrarse de nuevo con la mujer que amó y que para entonces está muerta. El terror es absoluto: terror del doble, de lo inquietante (aquello que reconocemos y desconocemos al mismo tiempo), pero la necesidad de conservar a aquella criatura, tan parecida pero a la vez construida exclusivamente con sus recuerdos, lo lleva a plantearse el mantenerla con vida aunque se trate de una empresa ridícula. 
"¿Qué es un hombre normal? ¿Aquel que nunca cometió nada abominable? Bueno, pero ¿no tuvo nunca pensamientos desordenados? Quizá ni siquiera eso... Algo, un fantasma, pudo haber surgido en él alguna vez, hace diez o treinta años, algo que él rechazó, y que ha olvidado; algo que no temía, pues sabía que nunca permitiría que cobrara fuerzas, que se manifestara de algún modo. Imagínate ahora que de pronto, en pleno día, vuelve a encontrar ese pensamiento, encarnado, clavado en él, indestructible. Se pregunta dónde está... ¿tú sabes dónde está?"
Alan Pauls, El pasado,
Barcelona, Anagrama (2003)
Pero Solaris no deja de ser una novela de ciencia ficción. El pasado, en cambio, practica una maniobra mucho más arriesgada. Allí se nos cuenta la separación en buenos términos de Rímini y Sofía. Tanto duró su relación que hasta el divorcio es amoroso. Rímini se propone hacer borrón y cuenta nueva, porque cree fervientemente que solo el olvido le permitirá entablar una nueva relación. Pero Sofía se le aparece constantemente, y lo enrarecido de las situaciones, del tipo pesadilla recurrente de la que no puede despertar, va insertando elementos fantasmales y terroríficos en una trama que en un principio parece del todo realista. Rímini comienza a desintegrarse: si la olvida a ella olvidará también gran parte de su propia experiencia, como si se cortara un brazo de cuajo, como si perdiera capacidades que aparentemente le correspondían solo a él. Pero Sofía se sale con la suya (y he aquí el susto).
"[...] Sofía esa Sofía viva, orgánica, tan presente que ni aun suprimiéndola había dejado vacante el espacio físico que ocupaba en el mundo estaba hecha del mismo material [...] del que estaban hechos, uno por uno, todos los espectros del pasado que lo habían visitado durante la noche en la comisaría. Un material plano, sin dimensiones, pero incesante, y sobre todo indestructible: el material de que están hechos los muertos." 
Dos novelas buenísimas, por cierto, filosóficas, aunque de muy diferente manera. Dos novelas que emocionan y dan miedo al mismo tiempo.

lunes, 1 de mayo de 2017

Marta Sanz o cómo narrar sin acción

Marta Sanz, Farándula, Barcelona, Anagrama (2015)
https://www.anagrama-ed.es/libro/narrativas-hispanicas/farandula/9788433998002/NH_553

Llego un poco tarde a Farándula porque, como dice la zamba, "anda faltando plata" para comprar novedades y nos paseamos por las bibliotecas y nos llevamos a casa unos cuantos de esos objetos que cada vez interesan menos, incluso a los bibliotecarios. En realidad buscaba Cuentos completos de Lydia Davis pero no estaba allí donde tenía que estar, es decir, por ningún lado, de modo que la bibliotecaria, después de comprobar que era un libro de setecientas páginas y confundirlo con los Cuentos Completos de Doctorow por su tamaño, decidió cambiar su estado en la base de datos como "perdido". Sin Lydia Davis me quedé. Sin Lydia Davis nos quedamos todos los usuarios de esa biblioteca. No sé si habrá muchos usuarios interesados en Lydia Davis. Desaparecen muchos libros en las bibliotecas. Eso me confesó la bibliotecaria. Entonces leí Farándula.

¿Es una novela? Sí, es una novela, pero una fragmentaria, con un narrador muy distanciado e irónico, que narra "Parodiando. Es decir, odiando un poco". Abundan las descripciones, las comparaciones teatrales y cinematográficas, las enumeraciones veloces, las frases nominales, es decir, sin verbo, sin acción. Diría que hay poquísima acción, y sin embargo, tampoco digresiones ensayísticas, sino más bien descripciones que nos van poniendo en situación. Es curioso pensar una novela sobre teatro sin acción. Cómo conseguir narrar sin apenas acción.

Pero ¿de qué trata? De una actriz vieja que fue famosa en otros tiempos pero que ya nadie le hace caso ni tiene quién la cuide pues no ha tenido hijos ni puede cobrar la jubilación: es así de precario el mundo del espectáculo. 
"Valeria hizo un esfuerzo para verse a sí misma dentro de veinte o treinta años, y decidió que lo mejor sería volver a fumar, excederse con la ginebra y con las malas compañías, follar sin condón y no lavarse, comer pasteles y torreznos en las barras de los mesones, apoyar las nalgas en los retretes públicos, salir a la calle para aspirar bocanadas de dióxido de carbono. Pensó: 'Será mejor morirse pronto'."
Eso no lo piensa la actriz anciana sino la única que le echa una mano (la narradora del libro) e intenta buscar a alguien que pueda pagarle el asilo. No consigue demasiado. Está también Daniel, un actor que se ha equivocado firmando un manifiesto, que vive en París, o sea, un actor exiliado, un traidor. Están Natalia y Lorenzo y otros personajes que se encargan de darnos a entender que los valores de entonces de nada sirven en el mundo de hoy: importa más un reality que las tablas, importa más la naturalidad y la juventud que el trabajo de la voz. Evidentemente todo es extrapolable a otras artes, otros oficios. Porque ¿a quién le interesa el teatro, la música, los libros? Podemos seguir, pero para qué. Mejor déjenme citar un párrafo que parece venir a confirmar aquello de que el arte... Pero ¿a quién le interesa el arte?

"Quizá mi 'me pienso pensando' constituye una prueba: la de que soy incapaz de salir de mí misma, y la escritura siempre es un modo del ensimismamiento y la autocompasión. La necesidad de hablar desde detrás de una celocía, para que nadie nos mire directamente a los ojos. Y así escribir siempre sería una renuncia. Un exilio. Una manera de fingir que uno sale al encuentro del otro cuando en realidad rumia, digiere, regurgita, mastica, relame, traga, se nutre, defeca sus propias e intransferibles palabras."